– ¡Venga, Apostolis,
dime qué es el sexo!
– ¡Ya te he dicho
que cuando pronuncies
la ese de manera correcta,
te voy a decir lo que es el sexo!
– ¿Por qué te has fijado en la ese?
¡Hay muchas más letras!… ¡Entonces,
te voy a pronunciar otra letra
de manera correcta
y tú me vas a decir
lo que es el sexo!… ¿Vale?…
– ¡Folla!
– ¡O tienes un instinto increíble
o nos tomas el pelo a todos!
El dibujante griego Arkàs ha creado una serie cuyo protagonista es un niño que tiene dificultades en pronunciar la letra S. Aquí ya tenemos un pequeño problema: en la versión original la S es sustituida por la letra griega Θ, una letra que en el abecedario español no existe. Sin embargo, podríamos fácilmente recurrir a la sustitución de la R con la L, un hecho que los españoles suelen atribuir a los hablantes chinos. De esta manera tendría lugar la estrategia de sustitución: allí donde en la traducción se pierde un elemento, se vuelve a encontrar en otro lugar.
Mucho más problemática es la traducción de la palabra marcada en negrita. Esta es la palabra clave que desata la risa del lector. “Γάμα” es el nombre de la letra griega Γ (gamma), pero significa también “folla”. Si decidimos incluir este segundo significado, se perdería la alusión a la letra griega y, por consiguiente, la correspondencia con el abecedario. En cambio, si decidimos poner cualquier otra letra, el daño sería mucho mayor porque se eliminarían completamente la broma y el mismo sentido del chiste. Por lo tanto, este es un caso en el que el traductor se encuentra delante de una encrucijada: elegir cuál de las dos informaciones transmitir, aunque el efecto que desata la risa está comprometido de todas formas.